
Francisco Narváez
Esculturas del venezolano Francisco Narváez
Publicación original en el sitio web de El Nuevo Herald.
Por Dennys Matos.

Todo parecía indicar que Miami Art Week, 2021 iba a ser tan lánguida y fantasmal como lo había sido la anterior. Y es que la pandemia no ha dado tregua, el virus se las ha ingeniado para, entre vacuna y vacuna, mutar y seguir haciendo pasto dentro del cuerpo humano global. Sin embargo, esa estela de inanición artística se rompió cuando, desde finales de septiembre 2021, los ciudadanos de la Comunidad Europea y Reino Unido, pudieron viajar a Estados Unidos sin las restricciones impuestas desde hacía ya casi dos años. Ello oxigenó el flujo de coleccionistas, galeristas, curadores, críticos, marchantes e inversionistas en arte que, dadas estas restricciones fronterizas por el COVID-19, ya habían descartado su presencia en Miami Art Week, 2021. Por lo que hemos tenido inesperadamente, gracias a ese golpe de suerte y, también, a las ansias psicológicas de sociabilizar, un escenario pletórico de actividad artística y, además, abundante concurrencia de público.

Una de las muestra más llamativa de esa semana fue la retrospectiva Narváez. El escultor, en Ascaso Gallery, Miami, figura clave para entender la evolución de la escultura venezolana y latinoamericana posterior a la segunda mitad del siglo XX. Esta exposición, curada por María Edilia González de Salas, directora de la Fundación Francisco Narváez, contempla más de 150 obras entre escultura, dibujo, pintura y estuco. Cubriendo más de 6 décadas de la trayectoria artística de Francisco Narváez (Venezuela, 1905-1982), que arranca en los años 1920 finales, repasando cada una de las décadas, hasta los años 1980 .

Cuando entramos a la sala, el espectador tiene la sensación de estar en un museo de arqueología, o en una especie de gabinete etnológico, colocado frente a un apoteósico viaje por el mundo de la imagen artística moderna y contemporánea latinoamericana de los últimos setenta años del siglo XX. Es una percepción marcada por el modo en que se ha diseñado el montaje de la muestra, realizado por Alejandro Stein en formas de islas esparcidas por el amplio espacio de la galería. “Islas” que rompen y, a la vez, ensanchan las perspectivas espacios temporales con las que normalmente se ha interpretado la obra de Narváez. Ya que, además de conectar estrechamente diferentes formas artísticas (pintura, escultura, estuco, etc.), relaciona también épocas y períodos distintos.

Es así como se pueden ver concomitantes, unas a lado de otras, pinturas de poética figurativa producidas en la década de 1930 como, por ejemplo Bahía Pampatar (1930), con esculturas de visualidad abstractas correspondientes a los años 1950. Del mismo modo que en otras de estas “islas” cohabitan un estuco (yeso, fibra de agave y cuerda) y Vendedoras de pescado (1962), donde el artista continua explorando el lenguaje de la (neo) figuración, compartiendo espacio con un grupo escultórico de los años 1950, en clave de arte abstracto informalista instaladas a la lado de otra, como por ejemploVolumen (1974) en clave abstracta geométrica.

El recorrido por estas “islas” sumerge al espectador en una constelación en la que se dan cita dos imaginarios. Por un lado, aquel expresado en un lenguaje narrativo realista, con sintaxis poética figurativa. Por otro, un lenguaje más simbólico, que discurre entre los cauces de la abstracción informalista y la abstracción geométrica. Lo narrativo realista marca a esas obra producidas, sobre todo en pintura, desde finales de los años 1920 hasta las década de 1960 aproximadamente. Mientras que la de expresión más simbólica arranca, con énfasis en la escultura, a principio de los años 1950 y se va acentuando hasta los inicios de la década de 1980.

Estos dos imaginarios de Narváez parecen responder a dos enfoques sobre el proyecto de modernidad venezolano y, por extensión, latinoamericano. Uno que discurre en las primeras 4 décadas del siglo XX donde, a través de la representación figurativa, imagina el carácter de lo autóctono nacional con paisajes rurales y escenas de la vida cotidiana (Mujeres en la playa, Vendedoras de pescado, La escuela, Eva o Escena de recolección), deslizando elementos etno raciales y socioculturales del país.

El otro, referido a la segunda mitad del siglo, en el que por medio de la interpretación en clave de lenguaje más abstracto (Paisaje urbano, la serie Volumen, entre otras), reflexiona sobre la explosión urbanística de la ciudades bajo el impacto de economía capitalista. Pero también apunta a la nueva relación entre el ciudadano y el estado. Colocando a la libertad individual y expresión una subjetividad irreprimible, como elemento constitutivo del desarrollo presente y futuro del proyecto de modernidad.
Dennys Matos es crítico de arte y curador que vive y trabaja en Miami y Madrid.